Autora Anabel de la Paz, colaboradora de Memoria Viva de los Pueblos

 

Antes que apriete el calor, los pastores esquilan las ovejas para aliviarlas de los calores que se acercan. Los habitantes del valle usaban, no hace tantos años, la lana para combatir los rigores del invierno. El oficio artesanal de transformar la lana de oveja en prendas de abrigo o en colchones ha desaparecido casi por completo en las zonas rurales.

Los tiempos han cambiado y los pastores del valle nos explican que hasta ahora la lana se está vendiendo a un precio tan bajo que apenas cubre el coste de la esquila. Según los pastores sale más a cuenta tirarla que venderla o tratarla.  Este escrito es un llamado a recuperar el protagonismo de la rueca antaño. El hilado artesanal de la lana de oveja nos ha despertado la curiosidad para recuperar una tradición en desuso, o por lo menos dejarla documentada. El trabajo de acondicionar la lana para prepararla para su uso textil era una tarea que asumían las mujeres del valle. Para descubrir su técnica hablamos con Pilarín. Aunque también nos ayudamos de los documentales de Eugenio Monesma para poder dar los primeros pasos, sobre todo aquello referente a la limpieza de la lana.

Antes de nada, os presento a Pilarín. Pilarín ahora vive en Arroyo de Valdivielso, pero vivió en Bilbao, a 100 km, donde trabajó como modista y en una tienda boutique. Con la pandemia decidieron volver a Arroyo. Cuando cogió la lana y la rueca, nos explicó que hacía más de 50 años que no hilaba, pero su mano sí que se acordaba. Nos costó encontrarla, es la única mujer del valle de la que tenemos noticia que sabe hilar.

Ahora os presento la lana: lana de los pastores del valle. Lana de ovejas “merinas con algo de churra” dijo Pablo. Realmente, no os puedo describir la cantidad de suciedad que contenía esa lana, me pareció que la suciedad era indicador de la felicidad de las ovejas. Así era el estado que llegó la lana:

Esta lana sucia y apelmazada necesitaba lavarse con varias pasadas. Es muy importante que la primera pasada sea con agua caliente (sin hervir) para que suelte toda la suciedad. Hay que trabajar sin amasar. Hay que trabajar sin amasar nos repetíamos. Después hay que escurrirla y cambiar el agua las veces que haga falta. Unas vecinas que pasaron por ahí nos dijeron que el agua sucia se puede utilizar para lavar ropa sucia: “Limpia mejor que el jabón”.

El paso de aclarar la lana, antiguamente lo hacían directamente en el río Ebro. El río ayudaba al esfuerzo físico que tiene el lavado de la lana. Hay que empapar la lana y golpearla con paletas. Es muy importante tener en cuenta que la lana nunca se lava como la ropa, hay que empaparla y palearla, nunca amasarla. Nosotros hicimos hasta 6 pasadas sin río.

Después se deja secar al sol, se tiende en piedra a poder ser. Si hay sol en 4 o 5 horas se seca.

El siguiente día ya se puede trabajar. Hay que reunirse con varias personas para poder comenzar a trabajarla. Escarmenar la lana es separar con los dedos, hay que separarla y que quede limpia. Y después para poder hilar, hay que cardar la lana. Las cardas son piezas de madera con púas metálicas que peinan la lana dejándola suave y vaporosa. No hay que apretar la lana, hay que airearla. Aquí se ven los dos procesos:

Y así de limpia y vaporosa queda:

Cuando la lana está limpia, escarmenada, cardada y colocada en la rueca, llega el momento de hilar. Para ello fuimos en busca de Pilarín. Bajo la mirada curiosa de Germán nos pusimos en el jardín en una tarde de agosto. Pilarín nos explicaba que lo primero es enrollar la lana en la rueca. Se lo colocaba en el bolsillo e hilaba en las veladas, en las noches y aprovechando los encuentros familiares.

Es posible hilar simplemente con los dedos, pero para hacerlo con mayor exactitud y rapidez se utiliza un huso. El huso de mano es un palillo con un pequeño disco en su extremo. Pilarín nos deja el suyo, lo ha ido a buscar expresamente y lo ha recuperado del fondo de armario. Pilarín lleva por lo menos 50 años sin hilar, pero no ha perdido la habilidad ni la memoria del movimiento. Básicamente consiste en atar el hilo al huso y se tuerce a medida que rueda gracias al movimiento de los dedos de la hilandera. Se tiene que ir añadiendo más fibras poco a poco a la hilaza.

Así:

Por último, las fusadas que se hilan por separado hay que juntarlas de dos en dos para hacer un solo ovillo. Se suele colgar de un lugar alto para que el uso hiciera el trabajo y torciera los dos hilos. Después de este paso ya está a punto para usar.

Estos documentos gráficos fueron recogidos durante el agosto del 2021 en el Valle de Valdivieso. Desde el cuidado de las ovejas, hasta la elaboración de las ropas de lana es un proceso que está quedando en el olvido y vemos como va desapareciendo poco a poco en el valle. Esperamos que este pequeño viaje visual contribuya en la puesta en valor de estos oficios.